29.11.08

Its a fiiiire....sale.


Ayer sobre las 3 de la tarde escuché la sirena de los bomberos al lado de mi casa así que me asomé al balcón para ver qué pasaba. Al principio no se veía nada porque hay unos arboles justo enfrente de mi bloque pero me fui a la cocina y vi que los bomberos estaban intentando entrar en una de las tiendas abajo en la otra acera. Eché unas fotos cuando por fin entraron. Por lo visto se quemó casi todo por dentro pero a lo que es el bloque no le pasó nada. No sé qué provocó el fuego... en fin, hará tiempo antes de que se vuelva a comprar ahí.
La gente vino llegando poco a poco para ver lo que sucedía

Al final sacaron algún tipo de mueble, pero ¿qué coño es?




24.11.08

Paseo Cervantino

Sabíamos que todo iba bien cuando nos encontramos con este tío por la calle justo después de salir de la biblioteca nacional. ¿Casualidad de la vida? Pues no, está ahí todos los días, pero en todo caso dio buen comienzo a nuestra ruta caballeresca. Si le echabas una moneda hacía como si fuese a galope, así que le di lo que tenía (cinco centimos) y sólo levantó la cabeza. Por lo visto nadie le ha informado de que estamos en plena crisis económica. En fin.


Donde vivió y murió Cervantes. ¿Sabías que se murió el mismísimo día que Shakespeare? Ahora lo sabes.

Para los que no lean bien... me acerqué un poco más.

21.11.08

Mi primera pelea


Antes de compartir esta anécdota, debo dejar claro que soy una persona pacífica. Nunca le he hecho daño a nadie, por lo menos nunca a propósito, y soy de los que se ríen de la gente que siempre anda buscando broncas. Ahora bien, esta mañana me he visto obligado por fuerzas mayores a defenderme y como sabemos que cada cual cuenta la feria a su manera, me veo obligado a relatar la versión mía aquí para que no penséis mal de mi en el caso de que me vierais en el telediario. Lo que leéis a continuación es completamente verídico.

Salí de casa con algo de prisa esta mañana porque iba a llegar tarde a una cita con la profesora que dirige un estudio independiente que estoy haciendo, y al cruzar la calle en frente de mi bloque, vi que el conductor de la furgoneta que venía por la izquierda no tenía pensado dejarme cruzar. Me paré y él conductor dio un frenazo. Noté que aún se oía el silbato del semáforo y se veía el dibujito verde ese del hombrecito andando, señales de que todavía estaba a tiempo para cruzar la calle. De modo que di un paso para adelante para entrar en el paso de peatones cuando el conductor empezó a acelerar una vez más. Volví a pararme y el conductor volvió a dar un frenazo. Sin pensármelo mucho empecé a reírme de la situación, como cuando andas por la calle y alguien que viene en la dirección contraria se echa para el mismo lado que tú y los dos se rien reconociendo el momento de torpeza y luego siguen su camino. Esta situación era diferente. Me fijé en que el conductor no se estaba riendo como yo, sino que me estaba poniendo cara de asco. Hubo unos momentos incómodos de confusión y al final decidí arriesgarme y crucé la calle sin quitarle ojo al conductor. Llegué sano y salvo a la otra acera, pero, incluso mientras se alejaba bajando la calle en la dirección contraria, ¡el conductor me seguía mirando (Este hecho de por sí, aparte de dar una cantidad de miedo que dejaría con los calzoncillos manchados a cualquiera, podría ser tema de investigación para una tesis doctoral, pero dejaremos el tema de la conducción en esta ciudad para otra entrada)!

Vale, un suceso raro que da un poco de miedo y poco más. De hecho, he de reconocer que es más interesante de lo que me suele pasar durante mi camino hacia el metro. Pues, casi había llegado a mi banquillo preferido donde suelo esperar la línea 4 cuando me dio por echar la vista para atrás. Sinceramente, no sé por qué pero así fue y menos mal porque ¡no veas!... la sorpresa que me llevé cuando vi que el tío de la furgoneta venía hacia mi con una cara de <>. No sabía qué hacer. Estaba claro que este malaje tenía decidido pelearse conmigo porque cuando estaba a unos 15 metros levantó el brazo en plan preparándose para atacar. Era como cuando los caballeros se peleaban montados a caballo en la época medieval y se atacaban cogiendo carrerilla. Ahora sí que no sabía qué hacer. Siempre he pensado que si algún día tuviera que pelearme con alguien sería porque le habían robado el bolso a una señora, o porque alguien le había pegado a una mujer, o algo de este estilo que requiese coraje y valentía por mi parte, pero no por cruzar la calle. Total que en cuestión de segundos asumí que iba a tener que pelearme con este hombre y lo más lógico sería prepararme igual que él, pero yo no sé cómo se prepara para el combate y tampoco es que tuviese mucho tiempo para contemplarlo, así que igual que él cerré el puño y esperé. Durante esos 10 segundos no pude dejar de pensar, y seguramente él también opinaría lo mismo al verme, en lo torpe que parecía, pero ya no me quedaba otra. De modo que le pegué. Le pegué en toda la cara -no muy fuerte- pero lo suficiente para que se cayese al suelo confundido.

Me quedé atónito, algo sorprendido y disgustado con lo que había hecho. "Ese hombre te ha atacado" me dijo una señora sentada al lado. Era verdad.