23.7.07

La cagalera

"Mira, necesito que me abras la puerta, ¿vale?" me gritó mi hermana con una voz que no reconocía como la suya.

"Ya está abierta. ¿por qué? le pregunté con toda curiosidad.

"No me hagas preguntas. ¿Estás seguro?" Ahora se me antojaba que pasaba algo.

"Que sí, coño. Pero, ¿por qué? le volví a preguntar en una voz que asumía una persona desconcertada.

"Es que creo que me voy a cagar. He comido huevos con Brett y no me han sentado nada bien. Estoy llegando ahora." Colgué y noté que me había dejado sin palabras lo que acababa de oir, pero me pasaba otra cosa que no podía controlar. Sentía una especie de pena por ella pero a la mismísima vez me sucedía algo más, algo siniestro pero bienvenido, temido pero esperado, y de repente me di cuenta que no cabía duda de que yo quería, con todas mis fuerzas, que se cagase.

Así empezó la tarde de ese caluroso día de verano, supuestamente normal teniendo en cuenta todo lo que había transcurrido, o mejor dicho lo que no había transcurrido, antes de la inesperada llamada de mi hermana.

¡Cómo.

Cambió.

Todo.!

Miles y yo nos pusimos en cuclillas encima del sofá mirando hacia la puerta que daba al garage.

"¿Llegará a tiempo?" Le pregunté sin esperar que me contestase.

Es poco común que una persona adulta se cague, y el hecho de haber logarado cierto nivel de éxito en el trabajo, ser una persona educada en los mejores institutos académicos y también reposar una prepotencia subnormal, añadían a la emoción que se sentía culminando en un nerviosismo que yo no había sentido desde hacía años, y estábamos los dos muriéndonos de ganas de saber qué pasaría.


No hay comentarios: